martes, 25 de enero de 2011

VOLVER





VOLVER
Domingo, de madrugada.
Buenos Aires, San Telmo, tanguería.
Las tenues luces de la calle se hacen cómplices de la humedad, para dar lustre a los adoquines.
El espectáculo terminó.
El silencio le da paso a los acordes de una música entre chispeante y melancólica. Suena un bandoneón.
En el boliche sólo quedan las mesas, sobre ellas las sillas patas arriba, los espejos, el mostrador y una luz mortecina que apenas ilumina algunas fotos de Gardel.
Hasta el de la limpieza se fue.
En el escenario, un piano, el contrabajo y en un taburete, Julián con su “Doble A”.
La camisa y el pantalón negros, acentúan aún más su vejez y su cansancio.
Hoy se cumplen veinte años de su última mentira, pensó. Se había hecho amigo de la soledad, para hacer más soportable el abandono.

El día que ella se fue, estaba ensayando los compases de su tango preferido: “Recuerdo”. Se prometió a sí mismo, jamás volver a tocarlo. Pero esa noche, después del show y sin saber porqué, extrajo del estuche de su fuelle, un manojo de papeles amarillentos y los acomodó sobre el atril. “Recuerdo”, Tango, Pugliese, Partitura para bandoneón. Leyó en la primer hoja.

Afuera, con las primeras luces, Buenos Aires comienza a vestirse de gris. El silencio se bate en retirada ante los murmullos de la ciudad. En San Telmo, cerca del boliche, se oye una música muy leve mezclada con un taconeo femenino en la vereda.

Al abrirse la puerta del local, la luz del sol hiere a Julián. Alzando la cabeza,  entre las volutas de humo del pucho y a contraluz, ve recortada, la silueta de una mujer.
Deja de tocar… y una voz familiar, le susurra: ¿Me perdonás?


Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723

No hay comentarios:

Publicar un comentario