martes, 25 de enero de 2011

LINYERA




- ¿Viste Etelvina? Apareció un linyera en la entrada del pueblo.
- ¡Ay! Matilde, lo único que falta es que nos invada esa gentuza.
- Tenemos que hacer algo para que se vaya lo antes posible.
- Y… sí, ya una no va a poder andar tranquila por la calle sin toparse con esta chusma.
- Hoy sin falta voy a hablar con Alberto, a ver qué puede hacer.
- Algo se le va a ocurrir, no te olvides que éste es un año de elecciones, y parece que está con ganas de ser reelecto intendente.
- Mirá Etelvina, yo creo que lo mejor sería que los manden a Europa.
- ¿A Europa?
- Claro, como voluntarios. A la guerra. Total… ¡muerto el perro se acabó la rabia!
- Si, no es mala idea. Pero… Matilde, convengamos que en este momento nos urge sacarlo del pueblo, estos males hay que curarlos de raíz, pero pensándolo bien yo no creo que Alberto quiera meterse en una cuestión como ésta, creo que políticamente no le conviene. 
- Parece mentira que estemos llegando a la mitad del siglo veinte y tengamos que estar preocupándonos por estos forajidos.
- Matilde ¿qué te parece si lo vemos al párroco?
Se cambiaron y salieron hacia la parroquia.
- Yo creo que el primer paso es evaluar cuales son las carencias de este hombre, y a través de la sociedad de beneficencia que ustedes dirigen, proveerle de todo lo que necesite - dijo el cura.
- ¿Y a usted le parece que así lograremos que se vaya, padre?
- De eso me ocuparé yo - respondió.
A la mañana siguiente, Matilde y Etelvina pasaron con su automóvil por la parroquia a buscar al cura y se dirigieron hacia donde se encontraba el linyera.
Estaba en cuclillas, calentándose las manos en el fuego, al costado de una alcantarilla, con el rostro escondido tras la barba y la mirada perdida en el horizonte. Lo observaron detenidamente y regresaron.
Al atardecer, volvió el sacerdote y le entregó un par de zapatillas,  camisa, pantalón, medias y ropa interior. Todo usado, pero limpio, también un plato de comida caliente.
- Todo esto te lo mandan las damas de la sociedad de beneficencia, hijo. - le dijo, como esperando un gesto de gratitud.
- Gracias, Padre - respondió.
- ¿Necesitás algo más?
- Si.
- ¿Qué?
- Quedarme.




Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723 

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