martes, 25 de enero de 2011

PRIMAVERA


Se levantó temprano, como siempre, para ir a trabajar. La luz del sol, ya se había enseñoreado de la ciudad cuando salió de la casa. No había viento y la temperatura, a esa hora de la mañana, preanunciaba un día cálido. Llegó a la parada de colectivos, pero tardaba más de lo acostumbrado. Temió llegar tarde. Recordó que el día anterior había dejado las carpetas desordenadas sobre el escritorio.
Ojalá que Francisco me las haya apilado, así encuentro todo un poco más prolijo. Pensó.
De pronto, el bullicio de unos jóvenes que pasaban en un ómnibus de alquiler, la sustrajo de sus cavilaciones.
Recordó su juventud, cuando para esa fecha, con sus compañeros del secundario, festejaban la llegada de la primavera en la laguna. Mariana, la gordita del grupo, Amanda, la dormilona, Ethel, la aplicada, Alicia, Adela, en fin… todas. Y Gabriel, su gran amor, tan primerizo como imaginario. ¡Que rabia le daba, cuando lo veía acompañando a la rubia de 4o B! Y la fiesta de quince, bailando el vals con su padre. Y las miradas insistentes de Lucio, que ella siempre ignoró.  Y su madre, que se empeñaba en ser su amiga. Y los abuelos… ¡ah!, si hoy los tuviera, cuántas cosas les contaría. Y el quiosquero… el cuarentón que la miraba con lascivia, cada vez que pasaba por la vereda de enfrente, cubriendo con un manto de  fingida inocencia su libido. Y Ariel, que se adueñara de su virginidad en el viaje de egresados. ¡Que ganas de revivir aquellos tiempos y salir del círculo infinito de la rutina!
Habían pasado más de veinte años desde aquella época, pero esa mañana se dio cuenta de que su cuerpo aún estaba anhelante de primaveras.

El chirrido del autobús al frenar, la sobresaltó.
-¿Al centro?-Preguntó el chofer.
-¡No!... A la laguna.

Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723

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