miércoles, 26 de septiembre de 2012

DE VEZ EN CUANDO



           A veces la recuerdo
sólo a veces
y la extraño
A veces la veo
y la quiero y la lloro y la deseo
A veces la olvido
y emerge
y quiero olvidarla
Sólo a veces.

lunes, 24 de septiembre de 2012

TENÍA…



  



Era en la casa vieja, donde tenía un tren con locomotora, vagón de encomiendas, dos coches de primera clase, dos de segunda y furgón de cola, que se deslizaba sobre las vías que unían dos estaciones pequeñas, diminutas. Yo, era el maquinista.
… Y eran varias cajitas de cartón, prolijamente atadas unas con otras, con un piolín que había encontrado en el costurero de mi madre. Dos líneas paralelas, dibujadas con el dedo en el suelo arenoso, me servían para desplazar la caravana de un extremo al otro.

Tenía una espada con la que luchaba contra los bandidos, los criminales, los ladrones, los malos y los injustos que abusaban de los débiles… y también contra el Colorado de la otra cuadra, que aprovechaba su tamaño para imponer su voluntad a los más chicos del barrio.
… Y era un palo. Una vara con un trocito de madera clavado en cruz, cerca de uno de los extremos a modo de empuñadura.

Tenía un caballo que se llamaba Silver, un antifaz, dos revólveres con balas de plata, que herían pero no mataban. Toro, mi compañero piel roja, compartía conmigo la lucha por la justicia y la igualdad, aceptando fielmente mi supremacía carapálida.
… Y era una escoba vieja y dos pistolas de hojalata, que me habían traído los Reyes Magos, un seis de enero de mil novecientos cuarenta y tantos.

Tenía un auto de carrera. Corría en Turismo Carretera y competía con Fangio, los hermanos Gálvez, Domingo Marimón y otros. Generalmente me ganaban porque yo siempre paraba para auxiliar a algún accidentado.
… Y era una tabla con cuatro rulemanes que hacía rodar por el pavimento.

Dónde estarán mis cajitas de cartón, mi vara de madera, la escoba vieja y la tabla con rulemanes.
Quiero volver a tener aquellas fantasías de mi niñez.
Quiero conducir de nuevo el tren con la locomotora a vapor, pero esta vez sin estaciones, para no parar y sumergirme en un eterno viaje.
Quiero la espada y batirme a duelo con el Colorado.
Quiero montar en mi caballo Silver y junto a mi compañero Toro, disparar mis balas de plata contra los injustos, los arbitrarios, los que gritan sus mentiras y los que callando mienten.
Quiero mi auto de carrera y andar a toda velocidad con la ventanilla abierta para sentir el viento pegando en mi rostro.
Hoy no tengo las cajitas de cartón, ni la vara de madera, ni la escoba vieja, ni la tabla con rulemanes; sólo me queda el recuerdo de una infancia feliz y unas ganas locas de volver allá, a la casa vieja y buscar el piolín en el costurero de mi madre.

Tenía una infancia.
… Y era…