martes, 25 de enero de 2011

PEDRO


Marzo 29 de 1921
Bahía Blanca
Nació Pedro, su padre era ferroviario, su madre ama de casa.
Pasó su infancia y los primeros años de su juventud, viviendo en una casa a orillas de las vías, yendo a la escuela, correteando y jugando al futbol en los playones de la estación Sud.
Desde muy pequeño soñaba con ser alguien importante: político, futbolista, profesional, escritor.
Algún día, los diarios se van a ocupar de mí. Pensaba.
Marzo 29 de 1935
Cumplió catorce años.
Su padre, de regalo, le anunció que al día siguiente comenzaría a trabajar como practicante sin sueldo en el Ferrocarril Sud, en esa época, de los ingleses.
Comenzó a dedicarse ocho horas por día a su labor como ayudante de un ingeniero británico. A su lado aprendió algo de inglés, telegrafía,  algunas cuestiones técnicas, caligrafía y tareas de oficina.
Marzo 29 de 1939
Cumplió dieciocho años.
Su jefe, le comunicó que a partir del próximo mes se desempeñaría como empleado con sueldo.
Su alegría fue enorme.
Al fin comienza a cumplirse mi sueño. Pensó.
Se imaginó que el mundo lo observaba.
A partir de ese día se dedicó trece horas diarias a sus tareas.
Después de unos meses le notificaron que había sido designado auxiliar relevante en la estación de Río Colorado. No lo podía creer, tocaba el cielo con las manos.
Sería el más joven de la empresa en ese cargo.
A los pocos días tomaba el tren hacia su nuevo destino.


Setiembre 1º de 1939
El jadeo asmático de la locomotora, su pitido, el movimiento del tren, el clac, clac… clac, clac  de las ruedas le advertían que estaba ingresando a un mundo nuevo.
Los postes del telégrafo, alambrados, campos, montes, molinos y animales, pasaban a través del humo oscuro de la máquina a vapor, que opacaba el paisaje a pesar de la diafanidad del día.
Reclinó su cuerpo sobre el lado izquierdo, se acodó sobre el respaldo del asiento, apoyó la cabeza sobre la mano y se durmió.
Un estampido y el calor de un líquido que chorreaba por su brazo, lo despertaron.
Era sangre… ¡y salía de su mano izquierda!
Los gritos de los pasajeros, el policía que se tiroteaba con dos maleantes, las corridas y la histeria generalizadas, le sirvieron de anestésico.
Los delincuentes fueron detenidos, volvió la calma, él fue el único herido.

- Tuvo suerte - Dijo el médico del hospital de Rio Colorado.
- La bala pasó entre el pulgar y el índice pero no afectó ningún hueso, en pocos días, la herida cicatrizará - Concluyó.
Setiembre 2 de 1939
Compró tres diarios, uno de Buenos Aires, otro de Bahía Blanca y el local.
Los leyó con avidez, casi con desesperación… ¡Nada!
Ninguno de ellos hablaba del asalto al tren.
Sólo comentaban sobre el comienzo de la segunda guerra mundial.
¡Que lástima!  Pensó.


Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723

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