martes, 25 de enero de 2011

JUAN CRUZ, EL ABURRIDO

           


            Juan Cruz Villarreal nació en un pueblito del interior, allá por 1940.
Hijo de padres bien avenidos. De niño, se entretenía con sus juguetes o creando fantasías que sólo él conoció. Era bastante retraído, tímido, pocos amigos. Su capacidad intelectual, no fue una característica merecedora de elogios, pero sí la suficiente, para permitirle cursar la escuela primaria sin mayores dificultades. Desde pequeño, se notó en él un gran esmero por lucir impecablemente vestido. Peinado a la gomina, zapatos bien lustrados, se había convertido en el modelo, que las señoras del barrio esgrimían ante sus hijos, cuando éstos cometían alguna tropelía propia de la edad. Se destacó en catecismo, tomó la primera comunión, lo confirmaron, asistía regularmente a misa… en fin, un jovencito ejemplar, según decían las comadres.
La adolescencia transcurrió sin mayores cambios. Del colegio a casa, de casa al colegio y los domingos a misa.
La soledad fue su única amiga.
Era un chico sano, de cuerpo y espíritu.
Cuando terminó el secundario, se empleó como administrativo en uno de los comercios más importantes del lugar. En pocos años lo designaron encargado. La exagerada lealtad hacia los superiores, fue sólo equiparable a su severidad con los subalternos. 
Nunca bebió ni fumó. No tenía vicios. Vivió sin excesos.
No conoció el amor.
Tampoco el sexo… sólo el que se compra.
No sufrió enfermedades.

Murió… a los cuarenta y un años. Dicen que de aburrido no más.

Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723 

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