martes, 25 de enero de 2011

¿POR QUÉ?


Sus deditos jugaban con la manguera del aparato.
La respiración, agitada al principio, casi se había normalizado.
-¿Por qué no puedo respirar?- preguntó a su madre.
-No lo sé.
-¿Me voy a sanar algún día?
-Dijo el doctor que cuando vayamos a Córdoba te vas a componer.
-También dijo que en Tandil me iba a sanar y seguí igual.
-Bueno, pero en Córdoba es distinto. Ya vas a ver.
El zumbido del nebulizador le era tan familiar que casi no lo escuchaba. En cambio para ella…

La noche anterior, había sufrido una de las crisis más agudas de ese otoño. Comenzó al atardecer con una fatiga muy persistente, que lo obligó a abandonar el partido con los amigos del barrio. Iban ganando cuatro a cero cuando debió retirarse.

Pasó la noche sentado en la cama, recostado sobre dos almohadas. No pudo dormir. La luz del pasillo quedó encendida para iluminar levemente el cuarto. El insomnio los invadió. En la penumbra, los sonidos se hacían más perceptibles. El viento, el crujido de los muebles, el croar de alguna rana en el patio, un grillo intruso, el paso apresurado de algún noctámbulo en la vereda… Pero el silbido… ese silbido que emitían los bronquios del niño, sólo interrumpido por algún acceso de tos, había tomado la casa por asalto y se hacía intolerable. En los oídos de la madre, los otros ruidos fueron desapareciendo, hasta escuchar sólo el que producía la agitación de su hijo.  Las primeras luces del día inundaron la habitación, iluminando los rostros pálidos, demacrados, casi espectrales de ambos.

-Vamos a inyectar un corticoide y luego va a tener que hacer nebulizaciones, para humectar los bronquios- dijo el médico del hospital.
-¿A qué se deben estas crisis, doctor?
-Y… es la época señora. El polen, el polvillo… en fin. No se olvide que es un chico alérgico. Un cambio de aire, le vendría bien.
-El año pasado lo llevamos a Tandil, como usted nos dijo y no tuvo ninguna mejoría.
-Prueben en Córdoba, entonces.
Salió apresuradamente de la sala para atender a otros pacientes, quedando solos: la madre, su hijo y el zumbido.

A los pocos minutos regresó.
El niño retiró la mascarilla de su rostro y preguntó:
-Doctor… ¿por qué no puedo respirar?


 Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723

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