martes, 25 de enero de 2011

TOTA



Ahí está Alfredito… ¡y está mirando para este lado! Pensó Tota.
Si me saca a bailar ¡el chasco que se va a llevar, cuando me quite el antifaz!
¡Uy!… viene para acá ¡seguro que me invita! Yo le sigo la corriente, total.
- ¿Bailás? - Dijo Alfredo tímidamente.
- Bueno - Respondió ella, desfigurando la voz.
Mientras caminaban hacia la pista, él observaba desde atrás su voluptuosa figura.
Comenzaron a danzar al ritmo de la orquesta, separados al principio, luego el roce de sus cuerpos hizo que se juntaran más…más… y más.
Los ojos de Alfredo comenzaron a brillar febrilmente.
Los de Tota también.
La mano izquierda de él apretó con fuerza la derecha de ella, percibieron ambos la tibieza de sus palmas y sintieron el ardor de sus cuerpos.
Los genitales de Alfredo se habían convertido en un volcán a punto de estallar.
En uno de los pasos, él introdujo su pierna izquierda entre las de ella.
El apretón testicular no fue suficiente para calmar la pasión.
¡Hummm!... ¡Oh, la, la!... como todo petizo… ¡tiene tres patas!... ¡lástima que sea mi sobrino!  Exclamó Tota para sí, abriendo los ojos desmesuradamente ante el asombro.
A la medianoche, los disfrazados se quitaron las caretas y antifaces. El volcán de Alfredo, a punto de liberar su lava ardiente se apagó, se convirtió en un glaciar.
¡No era para menos!... Su compañera de baile ¡era la tía Tota!
- ¡Alfredito!... ¿Cómo estás? -  Dijo ella socarronamente.
- ¡Tía! ¡¿Eras vos?!
¡Ma…  si!  Pensó. Yo me voy al baño y le doy a la Manuela.



Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723

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