lunes, 29 de noviembre de 2010

¡LIBERTAD! ¡IGUALDAD! ¡FRATERNIDAD!



Más de un año sin llover en el desierto del Teneré.
Horizonte de arena, tierra resquebrajada, cactus, algunos pastos secos y nada más. De los animales, quedaron las osamentas. Desolación, hambre, sed. Desnutrición y desnudez en los niños. Sólo había abundancia de pobreza. Las moscas y las aves de rapiña, sobrevolaban la pequeña aldea, esperando un macabro festín.

Allí, cerca de Agadez, vivía Salmu con su esposo y once hijos. La mirada ausente, los ojos secos, opacos… ya sin lágrimas. El acoso de la miseria y la ayuda ausente, hacían aún más tétrico el paisaje. Perdieron todo. Hasta la resignación. Querían lluvia. Solamente un poco de lluvia… y encontraron la impiedad de dios.
Todo Níger era un páramo. Las promesas de los gobernantes quedaron en eso… en promesas. Les preocupaba más atender los requerimientos de los acreedores extranjeros, que las necesidades de su gente.

El catorce de julio de 1989, en París, estaban de fiesta. La muchedumbre alborozada, gritaba: ¡Liberté! ¡ègalité! ¡fraternité! No era para menos: se cumplían doscientos años de la revolución francesa.

Ese mismo día, Salmu partía a pié, cargando con dos de sus hijos hacia el hospital de Agadez, distante veinticinco quilómetros.
El mayor murió en el camino. Adama, la más pequeña, dos días después.
Ambos murieron por inanición.


Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723


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