viernes, 12 de noviembre de 2010

DUELO Y SILENCIO


Buenos Aires. Mataderos.
Callejón. Humedad. Un tímido farol da brillo a los adoquines. A lo lejos, guitarra, flauta y violín están pariendo un tango que apenas se oye. Cada tanto el tranvía 40,  pasa chisporroteando con su trole contra el cable que lo alimenta,  apagando los compases con su chirrido.
Es media noche.
Allí se encuentran exactamente a la hora prefijada. Ellos dos y nadie más. Soledad. Son sólo dos siluetas. Dos sombras. Dos espectros. Ambos vestidos con pantalón y saco oscuros, lengue blanco y fungi metido hasta las orejas.
Los ponchos en la mano izquierda sirven de escudo. En la derecha, la daga.
La luz tenue del único farol ilumina los rostros a pesar de la niebla.
Comienza el visteo. El silencio de la noche se hace más profundo. Sólo se escucha la respiración agitada y de vez en cuando el choque de los cuchillos.
De pronto se oye un quejido sordo y un cuerpo que cae.
Ni una palabra medió entre ellos. Sólo cruzaron sus miradas…fue suficiente.
A lo lejos comenzaron a oírse nuevamente, compases de un tango. Guitarra, flauta y violín… y el tranvía 40.
Amanece. La luz del día ilumina tímidamente el barrio de casitas bajas.
Callejón, malevo… sangre.
Mataderos, humedad… niebla.
ROBERTO O. MUNYAU
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723 


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