domingo, 7 de noviembre de 2010

DISCURSO


Marta Romilda Roccagrossa, cincuenta y nueve años, maestra de cuarto grado, fue designada para pronunciar el discurso de apertura del acto a desarrollarse el veinticinco de mayo.
La robustez del cuerpo, la mirada penetrante, la rigidez y severidad del rostro, eran el cabal reflejo de su pensamiento.
De principios firmes, inalterables, había logrado granjearse, a lo largo de tantos años de docencia, el respeto de sus colegas y a la vez el temor en la mayoría de los alumnos.
Había hecho de la verdad su estandarte. Por cruda que ésta fuera, la esgrimía aunque con ello lastimara a otros e incluso, a sí misma.

-Marta, como Margarita se jubiló, esta vez te toca a vos decir el discurso del veinticinco de mayo, por ser la docente más antigua. - Dijo la directora.
-Está bien, lo voy a preparar y te lo traigo.
-Te pido, por favor, que si hacés alguna referencia a cuestiones de actualidad, lo hagas de la manera más sutil posible, mirá que éste año viene el intendente y algunos concejales- Sugirió, conocedora del temperamento de Marta. 
-Quedate tranquila.

El día del acto, Marta conversaba animadamente con los colegas. Tenía el discurso escrito, previamente revisado y aprobado por la directora, guardado en uno de los bolsillos de su impecable guardapolvo blanco. Se sentía un tanto nerviosa.
Arribaron las autoridades, los alumnos correctamente formados frente al mástil, el abanderado, los escoltas, izaron la bandera y cantaron el himno nacional. Finalizada esta parte de la ceremonia, subió a la tarima y se dispuso a comenzar con su alocución.  Hizo un paneo con la vista sobre todos los presentes, se quitó los lentes de lejos y colocándose los de leer… dijo:
Señor intendente municipal.
Señores concejales.
Señor cura párroco.
Señor presidente de la Asociación Cooperadora.
Señora sub-directora.
Señora directora.
Señores padres.
¡Alumnos!
Hoy nos hemos reunido aquí, al pie de nuestra bandera, para conmemorar, una vez más un nuevo aniversario de la gesta gloriosa de mayo.
Gesta que fuera la cuna de nobles ideales.
Gesta que diera la simiente para llevar a cabo nuestra emancipación y también la de América toda.
Gesta que fuera regada con el sudor y también con la sangre de nuestros prohombres.
Prohombres que nos legaran su coraje,  bravura, honestidad y patriotismo.
Patriotismo que, heredado por las generaciones actuales, nos hiciera pensar, hace casi medio siglo que con nuestro esfuerzo, trabajo, sacrificio y espíritu de lucha, lograríamos, por fin hoy, vivir en un país democrático, libre, justo,  en paz, con niños pobres sin hambre, con niños ricos alegres y…
En ese momento levantó la vista del papel y notó que el intendente charlaba, sonrientemente, con una señora muy elegante que se encontraba a su lado, ignorando por completo su discurso.
Sintió de golpe un sudor frío que recorrió todo su cuerpo.
Sus ojos se agrandaron, adquiriendo más brillo.
Las manos crispadas, estrujaron sin querer el papel con el discurso impreso.
No podía apartar de su vista al intendente.
Finalmente, enajenada, hizo un bollo con el papel, arrojándolo al piso y lo pateó con furia.
Tirando el micrófono a un costado exclamó a viva voz:
¡Señor intendente municipal!
¡Señores concejales!
¡Señor cura párroco!
¡Señor presidente de la Asociación Cooperadora!
¡Señora sub-directora!
¡Señora directora!
¡Señores padres!
¡Alumnos!
¡Me cago en todos los próceres, en ustedes... y en  las generaciones pasadas, presentes y futuras!
Marta Romilda Roccagrossa nunca se pudo jubilar.



Roberto O. Munyau
 HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723

No hay comentarios:

Publicar un comentario