jueves, 4 de noviembre de 2010

CUESTA ARRIBA

Buenos Aires. Microcentro. Subte, línea “D”, estación “Catedral”.
La escalera húmeda busca las entrañas de la ciudad.
Arriba bullicio, cacerolas, corridas y un presidente que se va.
Abajo, multitud de almas que se miran sin ver.
Todo es artificial. Hasta el aire tibio y pegajoso parece prefabricado. Pero allí, en el andén, hay duendes. Astor, Pichuco, Demare, Canaro, Villoldo… y muchos más. Ellos no saben de corridas, corralitos, cacerolas, milicos, ni de presidentes que se van. Están ahí, girando y girando alrededor de un “Doble A”, que resopla entre acordes cuando los dedos de Pablo lo acarician.
Arriba la ciudad sangra. Abajo sueña.
Algún distraído deja una moneda en la gorra.
Un chirrido desgarrador, le tapa la boca al bandoneón. Soplan las puertas, todos corren, suben, se van… y vuelve la melodía a endulzar nuevos oídos.
Con cada tren la escena se repite, hasta que parte el último. Son las diez de la noche. Pablo y su fuelle se marchan por la escalera cuesta arriba.
Afuera, la ciudad quedó lastimada.
Abajo, los duendes… se fueron a dormir. 

Roberto O. Munyau
 HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723

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