domingo, 2 de octubre de 2011

¿REALIDAD?

         Subió al micro de las diez. La llevaría al pueblo del interior, que tanto ansiaba conocer desde hacía bastante tiempo. Le esperaban varias horas de viaje. Asiento número cuatro, leyó en el pasaje. Al lado de ella, en el número tres, se sentó un joven desgreñado, cabello largo, grasoso, barba de varios días. Su presencia la incomodó, no obstante se apoltronó en la butaca e intentó dormir.  
Cuando ya estaban en la ruta, la oscuridad de la noche sin luna, la ayudó.
Durmió profundamente... y soñó.

Soñó que una noche de primavera, a las diez, ascendía a un colectivo para viajar a esa pequeña aldea, que quería visitar desde  hacía varios meses. Y que al lado de ella se sentaba un adolescente de muy mal aspecto, cuya presencia le fastidió lo suficiente como para no lograr conciliar el sueño.
Orientó su cara hacia su circunstancial compañero de viaje y aprovechando los flashes  de los vehículos que cruzaban y la tenue luz de emergencia, comenzó a observar el rostro de su acompañante. Entrecerró los ojos cuando él reclinó el respaldo para dormir, pero no pudo evitar que sus miradas se cruzaran, en el mismo momento en que el destello de luz de un auto, iluminara sus rostros. Él, sin mediar palabra,  tomó una de sus manos haciéndola estremecer. Sintió el aliento cálido en la cara. Su cuerpo se encendió. Entró en un laberinto de pasión incontrolable…

Quedaron extasiados… tomados de la mano.

El amanecer la despertó.
Nunca me amaron de esta manera. Pensó.
Tomó el bolso de mano que había dejado en el asiento de al lado: el número tres.
Sacó el espejo y se maquilló.
-¿Falta mucho para llegar?-preguntó al chofer.
-Diez minutos.
-Gracias.
Roberto O. Munyau

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