jueves, 30 de diciembre de 2010

A GOBY



Para mí eras Goby. Los demás te llamaban Boby.
Tenías el pelo blanco y una mancha oscura cubriéndote los ojos. Aprovechabas ese aspecto enigmático, para infundir el respeto que tu menudo cuerpo no podía inspirar.
Por las mañanas oficiabas de despertador, golpeando el borde de mi cama con el meneo de tu cola. A partir de allí te convertías en partícipe de mi ser, por el resto del día.
Obedecías a todos mis antojos de niño malcriado, por extravagantes que fueran.
Recuerdo cuando viajaste de polizón, escondido debajo de nuestro asiento. Íbamos con mi madre, de Punta Alta a Bahía Blanca. Y también cuando te fui a buscar, después de tres días, a la estación Sud con mi abuelo Pedro. Allí te habíamos abandonado, porque no nos permitían continuar el viaje con vos.

- ¡Gobito!... ¡Gobito!
Te encontramos, hambriento y sucio… ¡Y nos perdonaste!... ¡Cuántas emociones compartidas en ese reencuentro! 

… ¡Y tu mirada!

Un día desapareciste.
Me dijeron que habías escapado, no sé en qué estación, del vagón donde hacíamos una de nuestras mudanzas.

Fuiste mi primer amor…
… ¡Y también mi primera pérdida!
Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723

No hay comentarios:

Publicar un comentario