Madrugué, como de costumbre.
Hoy cumplo sesenta y tantos.
Busqué en el espejo del baño mi imagen y me devolvió una cachetada. El cincel de ese maldito escultor marcó mi rostro. Huellas y surcos delatan que no pasó en vano.
Siento en mi interior unas ganas tremendas de estrellarlo contra el piso. De hacerlo añicos. Pero no. Sería como matar al mensajero.
Y pensar que fue mi compañero constante, permanente. Para mí, eterno.
El amor y el odio siempre estuvieron presentes en dosis iguales, equilibradas.
Pero hoy, el equilibrio se rompió.
-¡Ganó el odio! ¡Tiempo!
Roberto O. Munyau
HECHO EL DEPÓSITO QUE INDICA LA LEY 11.723
No hay comentarios:
Publicar un comentario