El fin del mundo llegó sólo para mí. Ayer, creyendo
que iba a ser el último día de mi existencia decidí pasarla lo mejor posible. Contraté
dos gatos, me compré cinco cajas de un champan de marca y después de la orgía,
borracho como estaba me fui a la casa de mi jefe y le pegué una trompada.
Ahora, ¿me quieren decir cómo hago el lunes para ir a laburar? Y lo peor, las
cinco cajas de champan las pagué con la tarjeta de crédito.
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