Era en la
casa vieja, donde tenía un tren con locomotora, vagón de encomiendas, dos
coches de primera clase, dos de segunda y furgón de cola, que se deslizaba
sobre las vías que unían dos estaciones pequeñas, diminutas. Yo, era el
maquinista.
… Y eran
varias cajitas de cartón, prolijamente atadas unas con otras, con un piolín que
había encontrado en el costurero de mi madre. Dos líneas paralelas, dibujadas
con el dedo en el suelo arenoso, me servían para desplazar la caravana de un
extremo al otro.
Tenía una
espada con la que luchaba contra los bandidos, los criminales, los ladrones,
los malos y los injustos que abusaban de los débiles… y también contra el
Colorado de la otra cuadra, que aprovechaba su tamaño para imponer su voluntad
a los más chicos del barrio.
… Y era un
palo. Una vara con un trocito de madera clavado en cruz, cerca de uno de los
extremos a modo de empuñadura.
Tenía un
caballo que se llamaba Silver, un antifaz, dos revólveres con balas de plata,
que herían pero no mataban. Toro, mi compañero piel roja, compartía conmigo la
lucha por la justicia y la igualdad, aceptando fielmente mi supremacía
carapálida.
… Y era una
escoba vieja y dos pistolas de hojalata, que me habían traído los Reyes Magos,
un seis de enero de mil novecientos cuarenta y tantos.
Tenía un auto
de carrera. Corría en Turismo Carretera y competía con Fangio, los hermanos
Gálvez, Domingo Marimón y otros. Generalmente me ganaban porque yo siempre
paraba para auxiliar a algún accidentado.
… Y era una
tabla con cuatro rulemanes que hacía rodar por el pavimento.
Dónde estarán
mis cajitas de cartón, mi vara de madera, la escoba vieja y la tabla con
rulemanes.
Quiero volver
a tener aquellas fantasías de mi niñez.
Quiero
conducir de nuevo el tren con la locomotora a vapor, pero esta vez sin
estaciones, para no parar y sumergirme en un eterno viaje.
Quiero la
espada y batirme a duelo con el Colorado.
Quiero montar
en mi caballo Silver y junto a mi compañero Toro, disparar mis balas de plata
contra los injustos, los arbitrarios, los que gritan sus mentiras y los que
callando mienten.
Quiero mi
auto de carrera y andar a toda velocidad con la ventanilla abierta para sentir
el viento pegando en mi rostro.
Hoy no tengo
las cajitas de cartón, ni la vara de madera, ni la escoba vieja, ni la tabla
con rulemanes; sólo me queda el recuerdo de una infancia feliz y unas ganas
locas de volver allá, a la casa vieja y buscar el piolín en el costurero de mi
madre.
Tenía una
infancia.
… Y era…
No hay comentarios:
Publicar un comentario