El tren paraba en casi todas las estaciones.
Un niño de apenas seis años viajaba junto a su madre. Permanecía en silencio escuchando atento el soplo asmático de la locomotora y el pitido al arribar a cada pueblo. Como un juego, apoyaba la nariz contra el vidrio de la ventanilla empañándolo con su respiración.
De pronto el tren aminoró la marcha, entrando muy despacio en la zona del andén.
-¿En dónde estamos?- Preguntó la madre, justo en el momento en que el vagón pasaba frente a los baños públicos.
-En la estación “Caballeros” mamá.
Roberto O. Munyau
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