Hubo un día en que no me afeité. No tuve ganas de ir a trabajar y de hecho no lo hice. Quise estar solo. Salí al campo y me eché sobre el pasto con mi rostro apuntando al sol. Y el cielo limpio y el viento suave me envolvieron. Era consciente de que me recriminarían este rapto de locura pero no me importó. Al atardecer comencé a caminar… y no volví.
Roberto O. Munyau
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